La inspiración y la integración se asemejan a las dos ideas que se yuxtaponen dentro de la palabra hebrea jojmá, “sabiduría”. Cuando se separa en dos partes, esta palabra produce a su vez a otras dos: jej, que significa “gusto o paladar” y má, que significa “qué”. Basado en este hecho lingüístico, la sabiduría se define en cabalá como “la habilidad de saborear (saber) lo qué es”.
Definida de esta manera, la sabiduría implica una sensibilidad al aspecto de Di-s que precede y trasciende a la creación, que en cabalá se llama Ain HaAmití o “La Nada Verdadera”, porque existe más allá de las palabras o los conceptos de toda clase. No se le puede adjudicar ninguna cualidad y no se puede decir nada afirmativo acerca de él, sólo que no es esto ni aquello. La sabiduría es la sensibilidad a este origen oculto de todas las cosas. Esta correspondencia lingüística adquiere significancia de momento que el objetivo del educador es cultivar la sabiduría.
El Sabor de la Sabiduría
El lingüista del siglo XII rabí David Kimji (más conocido como el Radak), identifica realmente la raíz jej como jinuj (habiendo eliminado la consonante nun que es una de las siete letras “débiles” que desaparecen típicamente cuando la raíz se conjuga y toma distintas formas gramaticales). Basado en el parentesco entre estas raíces, una definición de jinuj debe comunicar alguna idea de saborear o comer. Por ejemplo, la educación es como presentar nuevos alimentos al estudiante, porque el educador está verdaderamente sensibilizando el paladar espiritual e intelectual de sus estudiantes a nuevas dimensiones de la realidad. El educador excita los gustos y propensiones latentes de sus discípulos y los lleva a percibir concientemente cómo pueden ser desarrollados y refinados.
Cuando el rey David utiliza esta idea en los Salmos: “Prueba y ve que Di-s es bueno”, está describiendo un conocimiento que está más allá del umbral de la percepción visual que precede e induce realmente la experiencia de la vista.
Se puede analizar mejor esta idea de “saborear” en un marco que identifica las sensibilidades internas y externas de cada uno de los cinco sentidos:
La vista es la sensibilidad a la luz, el fenómeno físico más peculiar. Es la capacidad de recibir y ordenar los patrones de color, luz y oscuridad según como son reflejados por un objeto. Aunque la luz en si se origina en otro sitio, es perceptible sólo a través de su interacción con el mundo físico. La expresión interior de la vista es la capacidad de sentir las potencialidades ocultas de otra alma.
La audición es la sensibilidad a las vibraciones de la atmósfera, que requiere recibir estímulos que se originan a la distancia. Su contraparte interior es la capacidad de discernir la voz de la verdad en un mundo de apariencias.
El olfato es la sensibilidad a cantidades diminutas de sustancias en el aire. Requiere un verdadero contacto con el estímulo, aunque el origen de la fragancia pueda estar lejos. La cualidad interior del olfato es la capacidad de sentir el estado emocional de otra persona..
El tacto aparece desde cierta perspectiva como el sentido más superficial y externo, porque requiere contacto físico y sólo transmite información de la superficie de un objeto. Pero tocar es también el común denominador de todos los sentidos, ya que en cada instante un estímulo “toca” un órgano de sensor y genera una experiencia de percepción. La expresión interna del tacto es la unión de las almas, un encuentro que puede ser provocado por el habla, una acción o la proximidad física, pero que en gran medida los trasciende.
Finalmente, el gusto es la capacidad de distinguir distintos sabores poniendo las sustancias dentro de la boca. Requiere contacto, y lo que es más, se debe traer el estímulo realmente al interior de la persona. Algo puede tener buen aspecto y oler bien, pero la prueba verdadera de su carácter es su sabor. El sentido interior correspondiente es la facultad de verificar la verdad a través de la hipótesis, el experimento y la conclusión.
Definida de esta manera, la sabiduría implica una sensibilidad al aspecto de Di-s que precede y trasciende a la creación, que en cabalá se llama Ain HaAmití o “La Nada Verdadera”, porque existe más allá de las palabras o los conceptos de toda clase. No se le puede adjudicar ninguna cualidad y no se puede decir nada afirmativo acerca de él, sólo que no es esto ni aquello. La sabiduría es la sensibilidad a este origen oculto de todas las cosas. Esta correspondencia lingüística adquiere significancia de momento que el objetivo del educador es cultivar la sabiduría.
El Sabor de la Sabiduría
El lingüista del siglo XII rabí David Kimji (más conocido como el Radak), identifica realmente la raíz jej como jinuj (habiendo eliminado la consonante nun que es una de las siete letras “débiles” que desaparecen típicamente cuando la raíz se conjuga y toma distintas formas gramaticales). Basado en el parentesco entre estas raíces, una definición de jinuj debe comunicar alguna idea de saborear o comer. Por ejemplo, la educación es como presentar nuevos alimentos al estudiante, porque el educador está verdaderamente sensibilizando el paladar espiritual e intelectual de sus estudiantes a nuevas dimensiones de la realidad. El educador excita los gustos y propensiones latentes de sus discípulos y los lleva a percibir concientemente cómo pueden ser desarrollados y refinados.
Cuando el rey David utiliza esta idea en los Salmos: “Prueba y ve que Di-s es bueno”, está describiendo un conocimiento que está más allá del umbral de la percepción visual que precede e induce realmente la experiencia de la vista.
Se puede analizar mejor esta idea de “saborear” en un marco que identifica las sensibilidades internas y externas de cada uno de los cinco sentidos:
La vista es la sensibilidad a la luz, el fenómeno físico más peculiar. Es la capacidad de recibir y ordenar los patrones de color, luz y oscuridad según como son reflejados por un objeto. Aunque la luz en si se origina en otro sitio, es perceptible sólo a través de su interacción con el mundo físico. La expresión interior de la vista es la capacidad de sentir las potencialidades ocultas de otra alma.
La audición es la sensibilidad a las vibraciones de la atmósfera, que requiere recibir estímulos que se originan a la distancia. Su contraparte interior es la capacidad de discernir la voz de la verdad en un mundo de apariencias.
El olfato es la sensibilidad a cantidades diminutas de sustancias en el aire. Requiere un verdadero contacto con el estímulo, aunque el origen de la fragancia pueda estar lejos. La cualidad interior del olfato es la capacidad de sentir el estado emocional de otra persona..
El tacto aparece desde cierta perspectiva como el sentido más superficial y externo, porque requiere contacto físico y sólo transmite información de la superficie de un objeto. Pero tocar es también el común denominador de todos los sentidos, ya que en cada instante un estímulo “toca” un órgano de sensor y genera una experiencia de percepción. La expresión interna del tacto es la unión de las almas, un encuentro que puede ser provocado por el habla, una acción o la proximidad física, pero que en gran medida los trasciende.
Finalmente, el gusto es la capacidad de distinguir distintos sabores poniendo las sustancias dentro de la boca. Requiere contacto, y lo que es más, se debe traer el estímulo realmente al interior de la persona. Algo puede tener buen aspecto y oler bien, pero la prueba verdadera de su carácter es su sabor. El sentido interior correspondiente es la facultad de verificar la verdad a través de la hipótesis, el experimento y la conclusión.
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